
Helena era una jovencita muy hermosa con una melena rubia y llena de rizos que enamoraban a cuantos la conocían, vivía en un gran castillo donde su padre el rey y sus antecesores, hacían que la vida de sus moradores fuese muy cómoda y monótona, no disponían ni de unas pequeñas bombillas pues no existía la electricidad.
Alejandro era un joven soldado que su misión era cuidar que nadie perturbase la paz de aquel castillo, había oído hablar de la hija del rey pero no la conocía. Una tarde que hacía su ronda vio como un encapuchado intentaba saltar la valla, sin pensarlo dos veces lo atrapo y lo derribo, cuál fue su sorpresa cuando le destapo la cara y pudo contemplar el rostro más hermoso que vio jamás.
Por favor te lo pido, no me delates, necesito escapar y ver lo que hay fuera o moriré. Alejandro se enamoró de ella, y los dos se dirigieron al mar para huir en una barquichuela, la puesta de sol era tan espectacular, que pagaron al barquero y más adelante se fueron a otra playa, allí se hicieron pescadores y vivieron felices para siempre.